lunes, 11 de octubre de 2010

Tribuna diario ABC publicada el 10-10-2010

¿SE RETRASA LA RECUPERACIÓN?

Juan Moscoso del Prado

Diputado a Cortes por Navarra (PSOE)
 y Doctor en CC. Económicas

Muchas previsiones contemplan un debilitamiento de la recuperación, que dependería todavía de medidas y reformas inéditas, en especial en Europa y en los EE.UU.

Más de dos años después de la constatación global de la crisis un preocupante consenso de previsiones apunta hacia un debilitamiento del crecimiento en 2011. La OCDE, por ejemplo, no contempla un “double dip”, una doble joroba invertida, pero sí un claro debilitamiento de las pobres tasas actuales para sus miembros, en particular en la Unión Europea y zona euro –el grupo con peores perspectivas-, y algo mejor pero todavía insuficiente crecimiento en EE.UU y Japón –el grupo intermedio-. Al frente, Asia y las economías emergentes como Brasil, China e India, en una etapa novedosa porque la tradicional locomotora norteamericana no parece preparada para adelantarse al ciclo europeo como en ocasiones anteriores. Si se confirman estas previsiones los desequilibrios globales pueden ampliarse en los próximos años, de modo que seguirá creciendo el volumen de deuda pública, las elevadísimas tasas de desempleo apenas caerán provocando graves situaciones de paro de larga duración mientras se castiga con dureza a los jóvenes –el desempleo se recupera más despacio después de episodios de rápida destrucción como el que acabamos de vivir-, y se seguirá demasiado lejos de alcanzar el crecimiento potencial. La única manera de vencer a estos pronósticos es seguir adoptando reformas, medidas que ahora no se toman en consideración porque no existen y que por tanto no entran en la ecuación de las previsiones, para conseguir recuperar el dinamismo económico capaz de acabar con ese triple lastre –déficit y deuda, desempleo y output gap-.

El reto para los gobiernos es saber encontrar el equilibrio entre el mantenimiento del impulso y soporte fiscal de la actividad –sin intervención pública vía gasto la demanda y el sistema financiero se habrían desplomado- con la consolidación fiscal que debe conducir a una recuperación de la confianza en la sostenibilidad de las finanzas públicas, la reducción de los costes de su financiación y la reducción de las expectativas sobre la carga de esa deuda en las cuentas públicas –por eficiencia económica y del gasto público, por solidaridad intergeneracional-. La velocidad de crecimiento de la deuda pública es insostenible, al tiempo que el gasto es irrenunciable para sostener la economía. Esa es la difícil ecuación que cada gobierno afronta en solitario y que en la zona euro debe buscar fórmulas de coordinación fiscal entre los países con mayor margen fiscal y los que apenas disponen ya de él para evitar sustos futuros e incluso daños mayores.

Por desgracia la consolidación fiscal no puede evitar recortar la inversión, que es el pan de mañana, y por ello las reformas adquieren una importancia crítica en este momento de preocupantes perspectivas. Si no queda margen fiscal para tirar de la demanda y si no somos capaces de coordinarnos mejor y los países con margen se muestran reacios a ello a pesar de haber infringido las normas de estabilidad financiera cuando otros las cumplíamos –como Alemania- entonces sólo queda echar mano de la innovación, el emprendimiento y la capacidad de los ciudadanos para crear renta y empleo. Competitividad, crecimiento sostenible, tecnologías limpias, trabajo estable, energías renovables, biotecnología, reforma de las normas de gobierno corporativo, impulso de la formación continua y educación de calidad, todo lo que se haga en estos campos y en otros muchos es poco. Puede resultar imprescindible elevar impuestos o mejorar la recaudación -¡el fraude!-, para ello se debe comenzar haciendo un ejercicio de “arqueología fiscal” como dice Angel Gurría, secretario general de la OCDE, buscando y eliminado los agujeros del sistema fiscal vía bonificaciones, deducciones o situaciones especiales que, por ejemplo en España bajo los gobiernos de José María Aznar, prácticamente hicieron desaparecer el impuesto de sociedades. También las medidas de ese tipo que sólo contribuyeron a alimentar la burbuja y beneficiar a colectivos clientelistas como las deducciones vía IRPF por adquisición de vivienda que el PP se empeña en resucitar. Lo mismo hay que decir sobre subidas fiscales que si se producen deben asegurar la progresividad total del sistema, que no siempre coincide con la percepción obvia de la misma –se confunden salarios y otras rentas-, y su neutralidad para incentivar la acumulación de capital humano y el aumento de la productividad que es lo que se necesita. Al mismo tiempo hay que transmitir confianza y si la oposición se niega a hacerlo, el gobierno deberá intentarlo en solitario. Hay que adoptar medidas difíciles y de calado como las que se están tomando, y explicarlas bien reconociendo su necesidad. Sólo así podemos vencer esas tristes previsiones que auguran años duros con repercusiones imprevisibles en materia no sólo de empleo y crecimiento sino también de cohesión social, calidad de vida y credibilidad, prestigio y liderazgo de nuestras instituciones políticas.

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