viernes, 9 de agosto de 2013


Un nuevo ciclo económico y político.


Artículo aparecido en el periódico "El País" el viernes, 09 de agosto de 2013.
Hayamos tocado ya fondo o no el nuevo ciclo económico llegará y coincidirá con un nuevo ciclo político. Un nuevo ciclo económico tan trascendente como el que nos sacó de las crisis del petróleo durante la Transición y que consolidaron los Gobiernos del PSOE y Europa. Un nuevo ciclo político también que deberá rediseñar partes fundamentales de nuestro modelo institucional de convivencia democrática casi 40 años después de su definición.
La sociedad española reclama cambios profundos en la manera de hacer política, en las actitudes de los políticos, en el funcionamiento de los partidos y en el de las instituciones. Exigencias imprescindibles para el éxito de cualquier proyecto político, tanto de Gobierno como de oposición. Reformas políticas de calado que permitan a los ciudadanos sentir que vuelven a tomar en primera persona las riendas de la política. Porque si no lo hacen la desafección irá a más, y con ella sus peligrosas consecuencias para la democracia: populismo y quién sabe qué más.
La desafección política es el resultado de varios factores. En primer lugar, la demostrada incapacidad para controlar desde las instituciones democráticas tanto las decisiones que provocaron la crisis económica como las injustas medidas puestas en práctica para intentar salir de ella con nulo éxito hasta ahora. Un problema de largo recorrido, en España un ciclo económico completo perdido, 1994-2008, por infinidad de errores —una burbuja insostenible—. Un trágico error colectivo que casi nadie vio venir y que la derecha aún niega atrapada en el espejismo del milagro económico de Aznar. Un problema de diagnóstico, y de terapia. Si da igual votar la izquierda o a la derecha porque las decisiones se toman en otras instancias y las políticas no cambian, entonces, la desafección es la más moderada de las reacciones imaginables...
A pesar de que el mito de que la derecha gestiona mejor que la izquierda la economía se está derrumbando a marchas forzadas, todavía perdura el recuerdo del origen de la crisis y de lo que se hizo entonces. Un análisis riguroso conduce obligatoriamente a los años en los que Gobiernos socialistas pusieron en marcha políticas de redistribución socialdemócrata sin prestar atención al origen de rentas demasiado vinculadas a la desregulación, olvidando la producción. Dinero fácil, rápido, insostenible en el tiempo. Pues bien, la redefinición de su proyecto económico constituye el primer objetivo para la izquierda española con vocación de gobierno y sentido de Estado, para el PSOE. Una alternativa económica consistente y verosímil que permita superar definitivamente el largo periodo de hegemonía neoliberal que está detrás de la crisis y que se infiltró en el pensamiento progresista.
La construcción del Estado de bienestar se fundamentó en el crecimiento, y ese debe volver a ser el objetivo de la izquierda, crecer, defender un modelo propio, claro, asumiendo un entorno con retos estructurales como la globalización, el desempleo posburbuja con escasa formación, el endeudamiento o el envejecimiento de la población que exigen propuestas valientes.Pero ese proyecto debe ser europeo. Hay que ir más lejos de lo que ya proponen el Partido Socialista Europeo (PES) y el grupo Socialistas y Demócratas (S&D) en el Parlamento Europeo para salir de la crisis, crecer y hacer frente al austericidio que impone la derecha. Pero atenuar o acabar con la austeridad, sin más, no implicará crecer. El crecimiento retornará cuando nuestra economía produzca de nuevo bienes y servicios competitivos utilizando los recursos ociosos existentes y los que se generen invirtiendo y a través de la educación, de la I+D+i, aumentando el potencial de crecimiento. Una economía sustentada en empresas sólidas e innovadoras con un nuevo énfasis industrial. Crecer exige ser competitivo a escala global.
Solo Europa puede salir de la crisis por una senda progresista que conduzca a un futuro, o cuando menos a un nuevo ciclo económico, de crecimiento y mayor cohesión social y bienestar. Si no se logra establecer un paradigma común norte-sur socialdemócrata, dentro y fuera del euro, será difícil reforzar el papel político que la izquierda pueda desempeñar en el próximo doble ciclo económico y político no solo en Europa, sino también a escala global.
En segundo lugar, la desafección política se alimenta de los escándalos de corrupción que afectan al conjunto de instituciones democráticas y que han batido récords con el caso Gürtel-Bárcenas. Un caso que eleva más si cabe el listón de exigencia para todos los partidos, sin excepción, deudores todavía de un ejercicio de autocrítica y transparencia mucho mayor que el realizado hasta ahora.
En el nuevo ciclo político España necesita una profunda reforma constitucional que permita recuperar el impulso ciudadano sin el cual las instituciones democráticas no pueden subsistir. La corrupción y la crisis que afectan al conjunto de nuestro sistema —los tres poderes del Estado, Corona, partidos políticos, modelo territorial...— lo exigen. Una reforma con nuevos protagonistas, dando paso a las ideas de las generaciones de españoles que no participaron ni como jóvenes votantes en la Transición, y con nuevos planteamientos de fondo porque el relevo generacional resultará insuficiente si viene acompañado de viejas actitudes. Una reforma que cierre el modelo territorial, federalizando su funcionamiento y avalando desde la igualdad de derechos y obligaciones y los principios de cohesión y solidaridad los hechos diferenciales que en 1978 se quedaron fuera, en particular respecto a Cataluña. Una reforma que incorpore y blinde los derechos sociales y que modifique el sistema electoral. En definitiva, una reforma constitucional que constituya una verdadera desamortización democrática ciudadana que elimine todo el lastre innecesario acumulado desde 1978.Ahora más que nunca la izquierda está obligada a dar ejemplo. También, a abrir nuevos cauces de relación con la sociedad eligiendo a sus candidatos mediante primarias abiertas en las que pueda participar cualquier ciudadano y potencial votante como, una vez más, ha liderado el PSOE para las candidaturas a la presidencia del Gobierno de la nación. Primarias abiertas que deberán ampliarse a Comunidades Autónomas y Ayuntamientos. Para el PSOE ello implica modificar sus estatutos, recientemente puestos en práctica en Andalucía, porque el procedimiento que regulan está todavía muy lejos de lo que reclama la sociedad. Primarias porque la participación abierta es un fin en sí mismo, un instrumento de legitimación, movilización y de apertura, no un instrumento a favor o en contra de la dirección de turno.
Por todo ello, en estos tiempos turbulentos, la solidez del proyecto político del PSOE es imprescindible. Su redefinición, en la que estamos, debe concentrarse en la recuperación de su credibilidad y rigor superando un periodo en el que la aparentemente infinita bonanza impuso prácticas y mensajes de escaso calado intelectual, más condicionadas por la realidad mediática y sus ritmos y actores que por las necesidades políticas ciudadanas, como después bien se ha podido comprobar. Ello obligará también a combinar de otra manera perfiles en los equipos políticos, prestando mayor atención a los factores que dignifican la acción política ante los ciudadanos desde la máxima ejemplaridad pública —mérito, capacidad, formación, intachabilidad—, integrando con habilidad aquellos con carreras largas en el seno de los partidos, con otros cada vez más numerosos con trayectorias profesionales antes y por supuesto después de la política en el ámbito privado o en la Administración. Los primeros Gobiernos de Felipe González son un buen ejemplo.
Se acerca un nuevo ciclo económico, y también político, que exige cambios profundos, a todo y a todos, sobre todo a los que quieran sobrevivir. Sinceramente no creo que haya otro camino.