domingo, 23 de febrero de 2014



Una Unión Bancaria junior


Artículo aparecido en el periódico "ABC" el domingo, 23 de febrero de 2014.


Una cuestión tan árida como la Unión Bancaria va a protagonizar la recta final de la legislatura europea hasta las elecciones de mayo. Una Unión Bancaria junior que no pretende resolver los problemas de la crisis actual, sino prevenir futuras crisis. Un proyecto nacido en el Consejo Europeo de junio de 2012. Otro avance más en la llamada gobernanza económica, imprescindible, sí, pero insuficiente y surgido de la necesidad. Una consecuencia más del gigantesco vacío político que los tratados no supieron predecir.

La Unión Europea (UE), y más aún los países del Eurogrupo, ha ido rellenando ese vacío siguiendo una ruta de escasa legitimidad democrática, erosionando el método comunitario y confrontando con un Parlamento Europeo que poco a poco ha sido capaz de hacer frente al intergubernamentalismo auspiciado por Angela Merkel y sus aliados.

La invención continua de una política económica europea se ha realizado también desde otros ámbitos, por ejemplo el BCE. No hay más que recordar la frase pronunciada por Draghi en verano 2012, “haré cualquier cosa que sea necesaria para preservar el euro, y créanme que será suficiente”, que a pesar de ser la responsable de la relevante reducción de los diferencias de deuda española, italiana y portuguesa e incluso griega, ha sido combatido por el Bundesbank.

Políticamente, la Unión Bancaria debe resolver “a futuro” dos cosas: la fragmentación del sistema financiero, y la conversión de la deuda privada en pública. En otras palabras, eliminar los diferenciales y evitar que los contribuyentes paguen las quiebras bancarias como ha ocurrido en España y en la mayoría de los países de la UE.

Ese objetivo último, cortar de raíz el círculo vicioso entre crisis financiera y crisis de deuda soberana. ¿Se habrá logrado evitar aunque sea “a futuro”? Paul de Grauwe, por ejemplo, cree que “si esta Unión Bancaria hubiera existido antes de la erupción de la crisis, nadie hubiera notado la diferencia: los problemas serían los mismos”. La red de seguridad que estamos tejiendo habría resultado insuficiente.

Una Unión Bancaria debe contar con tres pilares, sólidos, creíbles: supervisión, resolución o liquidación, y garantía de depósitos. Desde 2012 el primer pilar se ha cerrado dejando fuera las entidades “no sistémicas”, y casualmente alemanas en su mayoría, -una primera debilidad, leve-; un procedimiento de resolución que todavía no está cerrado ni es suficiente; y no está previsto crear un Fondo de Garantía de Depósitos único de verdad, sino sólo armonizar lo existente.

Esta semana el ECOFIN ha debatido los elementos que el Parlamento Europeo plantea para lograr un acuerdo con el Consejo sobre el segundo pilar, la resolución o liquidación. Son muchas las debilidades del esquema propuesto por el Consejo el pasado diciembre. La nueva “autoridad de resolución” no es independiente de la voluntad del Consejo y de los grandes países que en la práctica contarán con derecho de veto, es un ente intergubernamental que no se rige por el método comunitario ni garantiza la igualdad de trato a todos los países. En realidad el Consejo Único de resolución, en su diseño actual, es una “asamblea de resolución” que exigirá, según el Financial Times, 9 instancias y 126 personas para adoptar decisiones que, cuando se producen las crisis, exigen respuestas en 24 horas.

Durante la larguísima transición de más de una década no habrá Fondo Único sino una suma de fondos nacionales, para culminar en 2026 con un fondo insuficiente, incluso, para tapar el agujero que generaron las cajas de ahorro españolas rescatadas. Ello tampoco garantiza su financiación plena por el sistema financiero hasta dentro de demasiado tiempo. El Fondo Único de Resolución, pequeño y de lenta dotación, 55.000 millones de € dentro de más de 10 años, no asegura la mutualización de las futuras deudas que genera el sistema financiero, ni mucho menos su enjuague retroactivo como en alguna ocasión anunció el gobierno español.

Sin unos mecanismos de resolución robustos –independientes, ágiles, y bien financiados- incluso el BCE puede ver debilitada su credibilidad como pieza central de todo el sistema. Mientras no se rompa el círculo vicioso que convierte la deuda privada en soberana no se podrá considerar cerrada la Unión Bancaria y, por tanto, normalizado los mercados y el sistema financiero español, y europeo, y por tanto consolidados unos elementos imprescindibles aunque no suficientes para la recuperación económica.

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